Ojala aquel último
día, el que yo me sentí tan humillada como dolida, hubiera sido
distinto, o no hubiese existido. Porque desde ese día, algo pasó... tú desapareciste y yo, yo ya no supe encontrarte en ningún sitio,
ni siquiera dentro de mí.
Ojala pudieras decir
que me conoces, y ojala yo pudiera decir que te conozco. ¿Cómo nos
conocimos? Aún no nos conocemos.
No entiendo de tu
manía de andar por el pasillo con la luz apagada, aunque quizá si
supieras que yo tengo miedo a andar a oscuras la encenderías.
No entiendes que
tenga que dormir con un caramelo de menta, quizá si te hubiera dicho
que sufro ataques de asma y toso por las noches, y te despertaría
una y mil veces, entonces lo entenderías.
No entiendo alguno
de tus vicios, yo vengo de otro mundo, pero quizá, si tomaras la
molestia de explicarme lo que sientes, podríamos compartirlos.
No entendía cuando
hablabas en broma y cuando en serio, pero era por eso, porque no nos
conocíamos, y lo malo es que hemos dejado pasar la oportunidad de
hacerlo.
Quizá uno de
nosotros debería atreverse, si es que quisiéramos realmente, a dar
un paso adelante, quizá el otro debería ser menos orgulloso, y así,
quizá lograríamos conocernos.
Que no entendí
nunca tu manía de estar sentado en la silla, y tú nunca
comprendiste mi gusto por, en vez de estar en el sofá, estar a tu
lado acariciándote la espalda.
Que no pudiste
entender que no me importaba el sabor de tu boca al despertar, porque
yo, lo único que quería al despertarme a tu lado era un beso, sentir
tus labios en los míos era ya bastante para tener un buen amanecer.
Que no supe entender
tus gritos por las mañanas, pero es que, ¡no te conozco! Quizá es
que tienes mal despertar.
Que no entendiste
que prefería levantarme temprano, a la vez que tú, solo para verte
desayunar, ver como te fumabas un pitillo, y darte un beso de
despedida. A lo mejor, si te hubiera dicho que eso me hacía estar
feliz, lo hubieras entendido.
Que no supe
demostrar que no soy fuerte,soy una débil, una puta débil, que se
sentía dolida con cada broma de esas que duelen, con cada frase, de
esas dichas adrede para fastidiar, de cada gesto, de esos que te
traspasan el alma.
Y yo que soñaba con que siempre nos quedaría París...